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A mediados del siglo XIX, la manera en que la gente de dinero se transportaba era a base de lujosos carruajes de caballos. Esta costumbre duró hasta que el automóvil de motor fue introducido un siglo más tarde.Las leyendas cortas recopilan hechos que sucedieron y los mezclan con acontecimientos sobrenaturales.
La historia del día de hoy tiene que ver con un carruaje que la gente aseguraba que todas las noches pasaba a la misma hora por la misma vereda. Muchos aseguraron verlo, pero lo curioso era que todos daban una descripción distinta de ese transporte.
Por lo general, las personas decían que ese carruaje era de madera color café oscuro y que era tirado por 4 caballos. Es decir, una cuadriga.
Una de esas noches, don Tomás Alvarado, tropezó con una carroza totalmente distinta. Ésta era de color blanco y los caballos eran del mismo color. De momento, una doncella bajó de éste y tropezó en el fango.
Velozmente, don Tomás acudió en su auxilio. La joven tenía un rostro hermosísimo y un cutis de porcelana, aunque un poco palidecido.
Ella agradeció el gesto con una sonrisa. También mencionó que el motivo de su descenso fue porque diviso un rosal al lado del camino.
El hombre la miró extrañado y le dijo:
- En estas tierras no hay ningún rosal. Lo único que hay son pastizales. Quizás se confundió.
- Entonces, si no hay rosas, puede decirme por favor ¿qué es aquello que se ve allá?
Alvarado no daba crédito a lo que veían sus ojos, ese campo otrora desértico, ahora estaba lleno de flores rojo carmesí.
El mismo fue y cortó varias de ellas. En el instante en que se las iba a entregar a la muchacha, las espinas que yacían en los tallos, se desprendieron y se le clavaron en cuerpo como si de un millar de flechas se trataran.
Esa dama era la viuda negra de las leyendas cortas, sólo que ataviada de blanco. Leer mas
La historia del día de hoy tiene que ver con un carruaje que la gente aseguraba que todas las noches pasaba a la misma hora por la misma vereda. Muchos aseguraron verlo, pero lo curioso era que todos daban una descripción distinta de ese transporte.
Por lo general, las personas decían que ese carruaje era de madera color café oscuro y que era tirado por 4 caballos. Es decir, una cuadriga.
Una de esas noches, don Tomás Alvarado, tropezó con una carroza totalmente distinta. Ésta era de color blanco y los caballos eran del mismo color. De momento, una doncella bajó de éste y tropezó en el fango.
Velozmente, don Tomás acudió en su auxilio. La joven tenía un rostro hermosísimo y un cutis de porcelana, aunque un poco palidecido.
Ella agradeció el gesto con una sonrisa. También mencionó que el motivo de su descenso fue porque diviso un rosal al lado del camino.
El hombre la miró extrañado y le dijo:
- En estas tierras no hay ningún rosal. Lo único que hay son pastizales. Quizás se confundió.
- Entonces, si no hay rosas, puede decirme por favor ¿qué es aquello que se ve allá?
Alvarado no daba crédito a lo que veían sus ojos, ese campo otrora desértico, ahora estaba lleno de flores rojo carmesí.
El mismo fue y cortó varias de ellas. En el instante en que se las iba a entregar a la muchacha, las espinas que yacían en los tallos, se desprendieron y se le clavaron en cuerpo como si de un millar de flechas se trataran.
Esa dama era la viuda negra de las leyendas cortas, sólo que ataviada de blanco. Leer mas